Este 2012 que se va, fue un año de desprenderse de cosas. De soltar y dejar ir. Un año de adioses y tumbas, como dirías, aunque ya ni siquiera estés aquí, más que en mi propia memoria.
Como una escena de película, donde sólo corre la música y se ven los días pasar, no estaba lista para dejarte ir y mucho menos para que me soltaras de esa forma tan inesperada, sorpresiva y, al parecer, contundente. Pero quizás de eso se trataba "dejar que la vida sucediera" como repetiste tantas veces.
De aceptar realidades y parpadear el presente.
Comenzó triste. Como todos los años, tuvo un marzo con sus idos, muy duro. Y, por el contrario, un abril muy hermoso y floreado, que se abrió a nuevos caminos y oportunidades; muchos de los cuales fueron efímeros, pero necesarios para cerrar ciclos, estabilizarse y avanzar. Para comenzar de nuevo, pulcro, desde cero.
He tenido años peores, por lo que no podría quejarme de este. Así como también he tenido mejores, sin lugar a dudas. Como todos mis años pares fue plano, lleno de reflexión y autodescubrimiento.Pero en definitiva, de transición para vaciar las manos y dejarlas limpias y abiertas, esperando que se llenen de cosas nuevas, gratas y mejores durante el 2013 y los años que le siguen.
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lunes, 31 de diciembre de 2012
lunes, 15 de octubre de 2012
Ani McBeal
Una de las sensaciones para las que tengo menos estómago es frente al remordimiento de equivocarme, respecto a asuntos que me importan. No soporto la culpa. En segundo lugar, después de la vergüenza es el sentimiento que más me ahoga el estado de ánimo. Me pone triste, débil, con la cara larga. Me hace autoflagelarme recordando todos y cada uno de los detalles del preciso momento en que me equivoqué. Cuestión de segundos seguramente. Una palabra imprecisa, una reacción retardada. Un gesto equívoco en mi rostro que no representa lo que siento. Y entonces me imagino a una multitud en las gradas del estadio, que me grita al unísono: "¡Eso no importa, eso se repara!". Y casi logro reírme. Casi. El problema es que los asuntos de la vida no se resuelven igual que los juegos. A veces es inútil insistir y lo mejor es soltar la bola, dar media vuelta y continuar caminando. Pero para llegar a eso, primero hay que arriesgarse a jugarlo todo.
sábado, 6 de octubre de 2012
Pequeñas cofesiones
II
que vi pasar mientras caminaba.
Mojé mis botas,
alumbrada, por un hombre
que me entregaba su paraguas.
Tomé tu mano a escondidas,
por debajo de la mesa,
sólo porque tú me la dabas.
alumbrada, por un hombre
que me entregaba su paraguas.
Tomé tu mano a escondidas,
por debajo de la mesa,
sólo porque tú me la dabas.
Y fui feliz,
tan solo bebiendo una taza de café,
luego de que me preguntaras
cómo me llamaba.
tan solo bebiendo una taza de café,
luego de que me preguntaras
cómo me llamaba.
(Confieso que me enamoro de los amores inconclusos
por sus pequeñas cosas.
por sus pequeñas cosas.
Y que si, me gusta la novela).
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Texto libre
martes, 2 de octubre de 2012
La taza vacía
Según una antigua leyenda, un famoso guerrero, va de visita a la casa de un Maestro Zen. Al llegar se presenta a éste, contándole de todos los títulos y aprendizajes que ha obtenido en años de sacrificados y largos estudios. Después de tan sesuda presentación, le explica que ha venido a verlo para que le enseñe los secretos del conocimiento Zen. Por toda respuesta, el maestro se limita a invitarlo a sentarse y ofrecerle una taza de té. Aparentemente distraído, sin dar muestras de mayor preocupación, el maestro vierte té en la taza del guerrero, y continúa vertiendo té aún después de que la taza está llena. Consternado, el guerrero le advierte al maestro que la taza ya está llena, y que el té se escurre por la mesa. El maestro le responde con tranquilidad "Exactamente señor. Usted ya viene con la taza llena, ¿cómo podría usted aprender algo?”. Ante la expresión incrédula del guerrero, el maestro enfatizó: "A menos que su taza esté vacía, no podrá aprender nada."
De tanto sacar lo malo, he tenido una sensación de limpieza, que se convirtió en vacío. Mi maestro, por llamarlo de alguna forma, me enseñó que para llenarse de las cosas que uno quiere, es necesario sacar primero.
(Enseñanza Zen)
De tanto sacar lo malo, he tenido una sensación de limpieza, que se convirtió en vacío. Mi maestro, por llamarlo de alguna forma, me enseñó que para llenarse de las cosas que uno quiere, es necesario sacar primero.
martes, 18 de septiembre de 2012
El sentido del dolor
Hace doce años, estudiando en un colegio de tendencia católica bastante marcada, nuestra profesora de religión nos pidió que hiciéramos un ensayo bajo el título "Presencia del mal y sentido del dolor". Para ese entonces, yo tenía la costumbre de guardar mis trabajos escolares, por lo que pensando sobre el tema recientemente, decidí buscar entre mis carpetas, y me conseguí con un 20 de puntuación y un "muy bien" en la portada.
Conclusiones actuales:
A pesar de que encuentro sumamente lógicos los pensamientos del ensayo, y maduros para la edad en que los escribí, se contradicen en un punto respecto al texto en sí mismo: Eran objetivos.
Me parece interesante haber utilizado las palabras "dolor" y "sufrimiento" como sinónimos, y acoto que la mayoría de las citas empleadas en el ensayo provenían de un texto del Papa Juan Pablo segundo, cuando actualmente me siento más identificada con la frase: "El dolor es inevitable, pero el sufrimiento es opcional", que curiosamente proviene de Buda.
Si en algo no estaba equivocada, es que en esta vida se experimenta mucho dolor (y en esta oportunidad, lo afirmo con base en mis propias vivencias). Unas personas más que otras, pero indiscutiblemente la reacción ante este dolor es opcional (y a eso es a lo que catalogaría como sufrimiento).
A la larga, una vida llena de experiencias y que sabe asimilar como aprendizaje lo vivido, apacigua el sufrimiento y le da verdadero sentido al dolor: Vivir con menos sufrimiento, no darle más importancia a los problemas de lo que merecen, ser lo suficientemente maduro para afrontar las situaciones con tranquilidad, y, en definitiva, apreciar la vida mientras se tiene.
Sin embargo, a mis escasos 14 años, estoy segura de que más allá del trabajo intelectual; las conclusiones a las que llegué para ese momento, no tenían una base sólida en mis propias vivencias. Quizás había pasado por el común cuestionamiento de la realidad, que todos experimentamos durante la adolescencia, y que por mi forma de ser, que siempre fue de tendencia reflexiva, me permitía ser empática ante ciertas materias. No niego haber pasado por malos momentos, como la muerte de mis bisabuelos, por mencionar alguno, pero siento que mi propia percepción ante el dolor partía desde la ingenuidad.
Algunas de las reflexiones del ensayo:
- "El sufrimiento no tiene por qué ser malo, pues si se sufre por una buena causa este será recompensado (...) hablar de estos temas no es fácil cuando no se viven"
- "El tema del sufrimiento es uno de los más evitados por las sociedades actuales. No se habla del dolor y de la muerte que son lo más natural y humano que existe; porque nadie está protegido del dolor, y sobre todo no hay persona a la que no le llegue la muerte"
- "No sólo nuestra sociedad nos incapacita para afrontar este tema; en sí, hablar de ellos es difícil. Un error muy cometido es tratar de objetivarlo, ya que tratamos de perderle miedo y no lo afrontamos"
- "Para poder hablar sobre el sufrimiento, la persona que lo padece, sólo puede hacerlo de una manera subjetiva, del sufrimiento no se puede tratar de dar una imagen razonable"
- "El sufrimiento parece casi inseparable de la existencia del hombre y más aún, se interpreta como su destino"
- "De acuerdo con el tema planteado he llegado a la deducción, que el dolor, el mal y el sufrimiento son una prueba para acercarnos a Dios y a la misericordia"
Conclusiones actuales:
A pesar de que encuentro sumamente lógicos los pensamientos del ensayo, y maduros para la edad en que los escribí, se contradicen en un punto respecto al texto en sí mismo: Eran objetivos.
Me parece interesante haber utilizado las palabras "dolor" y "sufrimiento" como sinónimos, y acoto que la mayoría de las citas empleadas en el ensayo provenían de un texto del Papa Juan Pablo segundo, cuando actualmente me siento más identificada con la frase: "El dolor es inevitable, pero el sufrimiento es opcional", que curiosamente proviene de Buda.
Si en algo no estaba equivocada, es que en esta vida se experimenta mucho dolor (y en esta oportunidad, lo afirmo con base en mis propias vivencias). Unas personas más que otras, pero indiscutiblemente la reacción ante este dolor es opcional (y a eso es a lo que catalogaría como sufrimiento).
A la larga, una vida llena de experiencias y que sabe asimilar como aprendizaje lo vivido, apacigua el sufrimiento y le da verdadero sentido al dolor: Vivir con menos sufrimiento, no darle más importancia a los problemas de lo que merecen, ser lo suficientemente maduro para afrontar las situaciones con tranquilidad, y, en definitiva, apreciar la vida mientras se tiene.
jueves, 23 de agosto de 2012
Hay gente con la que no se puede pelear
Mi abuelo dice que hay gente con la que no se puede pelear, los médicos, por ejemplo. Un día se enferma uno de tus familiares, y tienes que ir con el rabo entre las piernas a rogarle al doctor que te asista en esa situación de vida o muerte. Yo decidí que era cierto lo que decía, hay gente con la que no se puede pelear: No se pelea con los abuelos.
lunes, 20 de agosto de 2012
Para barrer el patio y recoger las flores
Abuelita:
No quiero decirles cuánto me dueles a todos los que me preguntan estos días cómo me encuentro.
Que me invade la culpa cada vez que recuerdo todas las veces que me reclamaste por no haber ido a visitarte más seguido, a sabiendas de que este día podría llegar pronto; o de mi, que evitaba ponerme nerviosa pensando en tu partida, y creía, egoístamente, que estarías cerca de mi, por lo menos hasta que cumplieras los cien años.
El último de esos días, estabas muy chiquita abuela. Traías el cabello blanco azulado, perfecto, como siempre, y una expresión de desilusión en tu rostro, tan grande, que me parte el pecho cada vez que te pienso; diciéndome, cómo a pesar de todo lo que me había tardado en ir a verte, aún así, me habías traído un collar de regalo. Porque a tus 94 años, ambas sabíamos que tus andanzas por este mundo, de esa forma tan vital, que sólo tú pudiste mantener hasta el final de los tiempos, no dejaban de ser un milagro de tu espíritru, que era mucho más fuerte que tu cuerpo.
Recuerdo una tarde muy bonita que brindamos en una mesa llena de familia y tú tomaste tu copa de oporto, miraste al cielo y le hablaste al abuelo con los ojos llorosos. Más tarde, abriste tu monedero, me mostraste un pañuelo con un corazón bordado, que te regaló el abuelo Celso antes de que tuviera que irse por unos años, y me explicaste cómo siempre lo llevaste contigo, porque él nunca te sacó de su corazón.
Uno sabe de estas cosas, abuela. Lo sabíamos. Por eso te abracé tan fuerte la última vez que nos vimos. No quería soltarte. A pesar de que cada mañana, sigues despertándote muy temprano, a pleno sol del verano de Galicia, para barrer el patio y recoger las flores que se marchitan.
No quiero decirles cuánto me dueles a todos los que me preguntan estos días cómo me encuentro.
Que me invade la culpa cada vez que recuerdo todas las veces que me reclamaste por no haber ido a visitarte más seguido, a sabiendas de que este día podría llegar pronto; o de mi, que evitaba ponerme nerviosa pensando en tu partida, y creía, egoístamente, que estarías cerca de mi, por lo menos hasta que cumplieras los cien años.
El último de esos días, estabas muy chiquita abuela. Traías el cabello blanco azulado, perfecto, como siempre, y una expresión de desilusión en tu rostro, tan grande, que me parte el pecho cada vez que te pienso; diciéndome, cómo a pesar de todo lo que me había tardado en ir a verte, aún así, me habías traído un collar de regalo. Porque a tus 94 años, ambas sabíamos que tus andanzas por este mundo, de esa forma tan vital, que sólo tú pudiste mantener hasta el final de los tiempos, no dejaban de ser un milagro de tu espíritru, que era mucho más fuerte que tu cuerpo.
Recuerdo una tarde muy bonita que brindamos en una mesa llena de familia y tú tomaste tu copa de oporto, miraste al cielo y le hablaste al abuelo con los ojos llorosos. Más tarde, abriste tu monedero, me mostraste un pañuelo con un corazón bordado, que te regaló el abuelo Celso antes de que tuviera que irse por unos años, y me explicaste cómo siempre lo llevaste contigo, porque él nunca te sacó de su corazón.
Uno sabe de estas cosas, abuela. Lo sabíamos. Por eso te abracé tan fuerte la última vez que nos vimos. No quería soltarte. A pesar de que cada mañana, sigues despertándote muy temprano, a pleno sol del verano de Galicia, para barrer el patio y recoger las flores que se marchitan.
Para mi bisabuela Dolores
(3 de mayo 1918 - 16 de agosto 2012)
(3 de mayo 1918 - 16 de agosto 2012)
martes, 6 de septiembre de 2011
Es este país que nos tiene locos
Digamos todo empezó esta mañana cuando sonó el timbre.
-¿Quién llama?. dije
- Buenas, vengo a vender incienso- dijo la voz detrás de la puerta
- Oh, no gracias. No estamos interesados en comprar incienso
- No, no. Vengo a hacerle las preguntas del Censo
-Oh, disculpe. Deme un segundo, ya le abro
Desde la puerta me dediqué a contestar una larga serie de preguntas como: cuántos vivimos en la casa, nuestros nombres, en qué año nacimos, cuántos cuartos y baños hay, de dónde viene el agua, de dónde viene el gas, si tenemos cable, si estamos asegurados, hasta qué nivel estudiamos, si compartimos el mercado o cómo lo hacemos. Hasta que llegó la pregunta: ¿Cuánto son sus ingresos?. (Paranoia...)
- Deme un segundo ya vuelvo- dije, y entré para hacer una llamada
- ¿Es un deber contestar a todas las preguntas del censo?, susurré
-No- dijo la voz en el teléfono
-Ok, gracias
Colgué y volví.
-Disculpe señorita, prefiero no responder
Y así, de brazos cruzados, me limité a contestar las preguntas que me parecían justas y me negué a contestar las que parecían sospechosas. Una vez terminada la encuesta, pegué la calcomanía de "censado" en la puerta y entré.
Yo no suelo ser una persona paranoica en lo absoluto, más bien tiendo a ser muy desprendida de esos miedos. Pero el tema de la inseguridad no se trata exclusivamente del terror que sentimos los venezolanos, más que todo desde hace unos años para acá, de que nos secuestren, de que nos asalten, de que nos maten por quitarnos un teléfono o sencillamente como consecuencia de una ira descontrolada. Es una inseguridad que va más allá; hasta el punto de hacernos desconfiar en soltar informaciones que luego puedan comprometernos. Es una inseguridad que se manifiesta con cualquier persona que se nos acerque a preguntarnos algo, y eso incluye a los funcionarios públicos. Corrijo, eso se siente especialmente con los funcionarios públicos.
Recostada de la puerta, me dije a mí misma: "Es este país que nos tiene locos" y suspiré.
-¿Quién llama?. dije
- Buenas, vengo a vender incienso- dijo la voz detrás de la puerta
- Oh, no gracias. No estamos interesados en comprar incienso
- No, no. Vengo a hacerle las preguntas del Censo
-Oh, disculpe. Deme un segundo, ya le abro
Desde la puerta me dediqué a contestar una larga serie de preguntas como: cuántos vivimos en la casa, nuestros nombres, en qué año nacimos, cuántos cuartos y baños hay, de dónde viene el agua, de dónde viene el gas, si tenemos cable, si estamos asegurados, hasta qué nivel estudiamos, si compartimos el mercado o cómo lo hacemos. Hasta que llegó la pregunta: ¿Cuánto son sus ingresos?. (Paranoia...)
- Deme un segundo ya vuelvo- dije, y entré para hacer una llamada
- ¿Es un deber contestar a todas las preguntas del censo?, susurré
-No- dijo la voz en el teléfono
-Ok, gracias
Colgué y volví.
-Disculpe señorita, prefiero no responder
Y así, de brazos cruzados, me limité a contestar las preguntas que me parecían justas y me negué a contestar las que parecían sospechosas. Una vez terminada la encuesta, pegué la calcomanía de "censado" en la puerta y entré.
Yo no suelo ser una persona paranoica en lo absoluto, más bien tiendo a ser muy desprendida de esos miedos. Pero el tema de la inseguridad no se trata exclusivamente del terror que sentimos los venezolanos, más que todo desde hace unos años para acá, de que nos secuestren, de que nos asalten, de que nos maten por quitarnos un teléfono o sencillamente como consecuencia de una ira descontrolada. Es una inseguridad que va más allá; hasta el punto de hacernos desconfiar en soltar informaciones que luego puedan comprometernos. Es una inseguridad que se manifiesta con cualquier persona que se nos acerque a preguntarnos algo, y eso incluye a los funcionarios públicos. Corrijo, eso se siente especialmente con los funcionarios públicos.
Recostada de la puerta, me dije a mí misma: "Es este país que nos tiene locos" y suspiré.
martes, 19 de julio de 2011
Incredulidad y Canibalismo
I
De repente me quedo estática y fría, con los ojos más abiertos que nunca. Incrédula ante la realidad que se hace, momentáneamente, más impalpable que de costumbre. Como si la consciencia de estar viva me alienara, y la materia se volviera inerte. Una consciencia sobrehumana del entorno y la agudización de los sentidos, que lo vuelven casi etéreo.
Que me hace pensar de dónde salieron estas cicatrices, este ceño fruncido que parte la frente por la mitad, esta tristeza profunda y este gris sobre el cabello. Cómo fue que el mundo se hizo más solo que antes, y en qué momento tu brazo y los de muchos otros, dejaron de ser capaces de alcanzarme. ¿Cuándo te quedaste callado? ¿o acaso fui yo quien se volvió incapaz de oírte decir, que: no hay que dejarse caer, porque la felicidad no depende de otra cosa más que uno mismo?.
II
Nadie está exento. Algo que nunca me dijeron, pero que aprendí de todas formas, es que todos arrastramos nuestras propias dolencias. Que este estilo de vida nos está matando. Y ya no es suficiente comer bien y hacer ejercicio para sobrevivir, porque el corazón también cobra la infelicidad. Que este cuarto no es más que un piso vacío y la ciudad es una selva en guerra habitada por caníbales.
De repente me quedo estática y fría, con los ojos más abiertos que nunca. Incrédula ante la realidad que se hace, momentáneamente, más impalpable que de costumbre. Como si la consciencia de estar viva me alienara, y la materia se volviera inerte. Una consciencia sobrehumana del entorno y la agudización de los sentidos, que lo vuelven casi etéreo.
Que me hace pensar de dónde salieron estas cicatrices, este ceño fruncido que parte la frente por la mitad, esta tristeza profunda y este gris sobre el cabello. Cómo fue que el mundo se hizo más solo que antes, y en qué momento tu brazo y los de muchos otros, dejaron de ser capaces de alcanzarme. ¿Cuándo te quedaste callado? ¿o acaso fui yo quien se volvió incapaz de oírte decir, que: no hay que dejarse caer, porque la felicidad no depende de otra cosa más que uno mismo?.
II
Nadie está exento. Algo que nunca me dijeron, pero que aprendí de todas formas, es que todos arrastramos nuestras propias dolencias. Que este estilo de vida nos está matando. Y ya no es suficiente comer bien y hacer ejercicio para sobrevivir, porque el corazón también cobra la infelicidad. Que este cuarto no es más que un piso vacío y la ciudad es una selva en guerra habitada por caníbales.
viernes, 1 de abril de 2011
5:00 p.m.
William sólo dice "Ana" y se sorprende cuando le digo adiós. ¿Cómo sabes que me voy?, brujita, me dice. -Es que últimamente no me hablas en todo el día, pero siempre te despides, le contesto. Refunfuña algo inentendible y se marcha. Pero no se da cuenta de lo fácil que se hace leernos cuando nos vivimos siempre de la misma manera. Que no hay que ser brujos cuando escogemos los mismos sitios para comer, fumar o hacer el amor. Y de lo poco observadores que nos volvemos cuando nos resignamos al tiempo.
domingo, 20 de marzo de 2011
Volver al origen
A veces soñar nos transporta, otras veces basta con recordar para que la mente haga semiosis ilimitada. Y es que no hay etapa más hermosa de la vida que la infancia, con tantas expectativas e ilusiones sobre el futuro y toda una vida por delante para realizarlas. // Buscando entre mis películas favoritas de hace 15 años, y recordando cómo me enamoraba platónicamente de los actores que las interpretaban, me trasladé a la época de mi vida cuando me prendé del cine y supe que quería ser comunicadora social: Fue alrededor de esos días de colegio, cuando contaba las películas que había visto con tanta emoción y detalle que mis amigas podían recrearlas sin haberlas visto. // Entre esos recuerdos me viene a la mente cómo mi abuela me incentivaba a que nunca dejara de escribir, porque me veía de arriba para abajo con mi cuadernito haciendo cuentos, creando historias, imaginando guiones y hasta a los actores que utilizaría para recrearlas. // O mi padre que me regalaba bolígrafos en cada oportunidad que tenía, de todos los colores y tamaños existentes. Nunca me dijo el por qué. Pero mi tío, muchos años después, me explicó que era su forma de acercarse a través de mis gustos. // O un día tan tenue y definitivo en mi vida: como fue aquél cuando vi un video de mi primo haciéndose pasar por un reportero y supe, como sabe uno las cosas importantes, que esa quería ser yo. // Entonces me miro a mi misma actualmente, quejándome de lo solitaria que puede ser la vida de un escritor, o de lo difícil/casi imposible que es mantenerse a raíz del cine, y me doy cuenta de lo tonta que he sido. // Ahora sonrío pensando que no me alejé por completo de mi camino y que después de todos estos años de vida y de experiencia, no le fallé a la niña que aún vive dentro de mi cuando me enamoro de una historia. // Me queda mucho por recorrer, no lo niego. Y es que me encuentro en una etapa muy "Bukowski" de mi vida. Sé que ya he citado esto antes, pero vale la pena recordar tan sabias palabras del viejo:
"Tengo dos opciones, permanecer en la oficina de correos y volverme loco, o quedarme afuera y jugar a ser escritor y morirme de hambre. He decidido morirme de hambre".
Y así será, jugaré a perseguir sueños.
sábado, 19 de marzo de 2011
domingo, 23 de enero de 2011
El viento que mueve el molino
Es difícil no tenerte presente y al mismo tiempo poder hacerlo. Por más que lo intento, en mis recuerdos ya no puedo dibujarte con toda tu complejidad. Sólo me queda una imagen fugaz, una risa del Chesire Cat que se forma y desforma en el umbral, una foto joven que me ve envejecer, subir y caer, en la inmovilidad. El viento que mueve el molino y me hace recordar, que alguna vez exististe. Que alguna vez, compartimos un momento.
Dos años en un pestañear
Dos años en un pestañear
viernes, 31 de diciembre de 2010
2010
Nunca he sido de las personas que hacen própósitos de final de año, porque creo que la oportunidad de comenzar está presente en cada instante. Así, podríamos querer bajar de peso en abril, o dejar de fumar en octubre sin dejar que el tiempo fuera una limitante que nosotros mismos hemos creado para posterganos en una vida que se vislumbra eterna al comiezo y al final escasa. Entonces, debería ser el tiempo. más bien, la oportunidad de aprovechar cada vez que amanece, que nos levantamos de la cama y decidimos hacer algo, dándonos cuenta que nuestra vida siempre ha estado en nuestras propias manos. Sin garantías.
Hace exactamente 365 días, contaba los segundos para que se fuera un año que parecía gris desde muchos puntos de vista, protagonizado por la partida de muchos seres irremplazables, enfermedades y esos golpes que a uno lo hacen crecer sin darse cuenta. Quizás por eso, este 2010 que se apaga, fue todo un alivio, un período de transición y estabilidad que me dejó algo que hace tiempo no lograba conseguir: paz.
Deseo que todos ustedes, silenciosos lectores, reciban de este 2011, no lo que quieren como diría la mayoría, sino lo que realmente necesitan. Que hayan aprovechado el año para volver a los detalles, abrazar a sus abuelos y escuchar todas las historias que tienen que contarles, reconciliar sus diferencias, vivir de verdad, teniendo el impulso de hacer lo que siempre han querido. Pero que esto no sea un estado temporal. No den la salud por garantizada. Ni los abrazos, ni los besos, ni la vida. Porque sí, el tiempo es eterno, pero nosotros no.
Salud.
jueves, 18 de noviembre de 2010
Dandy (fue un honor visitar tu parque)

Mad Moneypenney
sábado, 13 de noviembre de 2010
La Teoría sobre los Rayos
Anoche hubo una tormenta eléctrica, tan intensa, que captó la atención de todos los que habitábamos el cuarto y nos hizo olvidarnos sobre qué conversábamos. -Debe ser muy lejos, aseguró mi abuela, con la mirada fija en los destellos que se prendían cada ciertos segundos en sus ojos. -¿Y por qué lejos?, pregunté con curiosidad. -Porque no se escuchan los truenos, deben estar cayendo cerca del mar. -No sabía estábamos tan cerca de la costa, murmuré para mis adentros. Y mi abuelo, que se encontraba sentado a mis espaldas, comenzó a relatar una historia sobre su padre:
"Una noche como esta, mi mamá le dijo a mi padre: 'Eduardo, ¡dicen que va a haber un terremoto!'. El viejo no se inmutó en responder, y mi mamá, preocupada, le respondió: '¿es que acaso eres de piedra?'. La vieja era muy nerviosa... Entonces, mi papá nos miró a mi y a mis hermanos, quienes también estabábamos asustados, y nos contó su teoría. 'Cuando vean un rayo', dijo el viejo, 'comiencen a contar: uno, dos, tres, cuatro... hasta que escuchen el trueno. Eso les hará saber a cuantos kilómetros ha caído'. Por supuesto, no tiene certeza científica este cálculo, pero a nosotros nos ayudaba a aproximar la distancia y más nunca nos dio miedo ver una tormenta..." -y si no te da tiempo de contar-, aseguró entonces mi abuela,- sabrás que te ha caído encima.
Apuntes para doña Lola y don Eduardo
domingo, 13 de junio de 2010
El arte de la sorpresa
Sorprender es un arte que implica de un perfecto uso de la sutileza. No sólo se trata de organizar una fiesta de cumpleaños o regalar algo que sabías que la persona quería desde hace tiempo, se puede reducir a cosas tan sencillas como hacer un escrito, mostrar una canción muy buena o despistar sobre el final de una película que nos pareció impactante. "Tienes que ver Sexto Sentido, ¡te vas a quedar loco con el final!", sería un error muy común en ese orden, porque entonces la persona estaría predispuesta a que algo va a suceder y cuando se entere de que Bruce Willis está muerto no lo va a disfrutar como tú lo hiciste.
Por ello, lo principal para lograr el cometido es deshacerse de la ansiedad. Cuando queremos asombrar (sobre todo a los que nos gusta hacerlo) transmitimos una especie de vibra que pone a los demás en estado de alerta. Es necesario mantenerse relajado.
Lamentablemente, vivimos en una era donde la información viaja velozmente a través de medios como Internet e incluso, a través de formas de publicidad indirecta como la que corre a través de los pasillos (de boca en boca) por lo que resulta muy difícil mantener el suspenso. Otra de las recomendaciones que puedo ofrecer como entusiasta del tema es no tocarlo en lo absoluto y tratar de mantener a la gente desinformada sobre el mismo.
Algo que suele sucederme, es que se me presenta el reto de querer asombrar a las personas que huelen que algo anda raro. ¿Nunca han visto una película con alguien que pasa absolutamente todo el rato tratando de adivinar el final? Quizás esto me perturba un poco, porque definitivamente en la época en la que vivimos ya nada nos sorprende y en mi caso, las películas buenas (aquellas que me dejan pensando en ellas después de que salí del cine) representan una oportunidad de lograrlo.
La última clave importante de este arte es el secreto. Es imperativo no comentarle a nadie lo que estamos planificando. "Si no fuiste capaz de guardar tu propio secreto, ¿por qué esperarías que alguien más lo haga?". Recuerdo que hace unos años quería hacer un regalo que me tenía muy emocionada y se lo comenté a mi mejor amiga. Sin mala intención, ella le dijo a la persona: ¡te va a encantar lo que Ana tiene para ti!
En el caso de mis padres, ellos se emocionaban mucho con los regalos de Navidad y me decían cosas como: En vez de esa bicicleta que pediste, ¿no crees que sería chévere que Santa te trajera unos patines?. Entonces para mi era inevitable fingir la cara de asombro cuando abría la caja y se trataba de... unos patines.
miércoles, 17 de junio de 2009
Quizás si las paredes fueran amarillas
Estar rodeado de paredes grises, que te presionan a contener la boca con discresiones, es pasar cada hora pensando sobre cómo la juventud se va más rápido de lo que creías y el cuerpo, que alguna vez fue bello, se corroe con el aire, el polvo y la rutina.
Es también darse cuenta de que los sueños son cada vez más borrosos e imaginar aeropuertos mientras tienes los pies bien plantados, como raíces, con la única esperanza de conocer su rostro.
Estar aquí es consolarse con saber, que alguna vez, los antiguos griegos explicaron que los amados de los dioses mueren jóvenes, porque asi se convierten en leyenda y se marchan sin haber perdido la vitalidad en el rostro y la alegría en el corazón. Como si desde aquel tiempo hubiesen querido calmarte los miedos.
miércoles, 25 de marzo de 2009
Cuando tu corazón se detuvo
Cuando tu corazón se detuvo, la Tierra se hizo grande. Las calles dejaron de tener límites y cada vía empezó a cincundar el mundo sin detenerse. El aire se hizo más etéreo, si es que eso es posible, como si no hubiese nada sólido que encontrar en este plano y los objetos se convirtieran en una absurda acumulación de lo palpable, de aquello que permanecerá en la tierra aún cuando yo me vaya. La vida comenzó a sentirse en espera, transitoria, momentánea y sublime, llena de nadas que cubren tu techo:
"Aún espero despertarme y decirte que tuve un sueño horrible, un sueño donde saltabas al vacío y unas personas tomaban tu cuerpo para ocultarlo, sin vida, por debajo la tierra. Hoy es uno de esos días en que tendría ganas de llamarte, sólo para asegurarme de que estás bien".
"Aún espero despertarme y decirte que tuve un sueño horrible, un sueño donde saltabas al vacío y unas personas tomaban tu cuerpo para ocultarlo, sin vida, por debajo la tierra. Hoy es uno de esos días en que tendría ganas de llamarte, sólo para asegurarme de que estás bien".
miércoles, 11 de marzo de 2009
Yo creía que mi nombre era original
Hace algunos días, después de almorzar, salí a caminar con un amigo por los alrededores de la zona donde trabajamos. Cuando pasamos por la vitrina de un puesto de revistas, observé que había una Playboy con la imagen de Shannen Doherty en la portada y me volteé para decirle: ¿Puedes creer? la chica de Beverlly Hi... cuando me di cuenta de un pequeño detalle:

"No tengo tabúes"
Sobre todo cuando las playmates tienen nombres como: Crystal, Kara Trisha, Rubí o ¡qué se yo!
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