Cuando tu corazón se detuvo, la Tierra se hizo grande. Las calles dejaron de tener límites y cada vía empezó a cincundar el mundo sin detenerse. El aire se hizo más etéreo, si es que eso es posible, como si no hubiese nada sólido que encontrar en este plano y los objetos se convirtieran en una absurda acumulación de lo palpable, de aquello que permanecerá en la tierra aún cuando yo me vaya. La vida comenzó a sentirse en espera, transitoria, momentánea y sublime, llena de nadas que cubren tu techo:
"Aún espero despertarme y decirte que tuve un sueño horrible, un sueño donde saltabas al vacío y unas personas tomaban tu cuerpo para ocultarlo, sin vida, por debajo la tierra. Hoy es uno de esos días en que tendría ganas de llamarte, sólo para asegurarme de que estás bien".
"Aún espero despertarme y decirte que tuve un sueño horrible, un sueño donde saltabas al vacío y unas personas tomaban tu cuerpo para ocultarlo, sin vida, por debajo la tierra. Hoy es uno de esos días en que tendría ganas de llamarte, sólo para asegurarme de que estás bien".
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