3.
Camibaba por el pasillo del centro comercial mirando hacia la baranda, cuando me encontré contigo de frente. Tú caminabas en sentido opuesto con un grupo de amigos, entre ellos Antonio y una chica que no logré reconocer. Te veías tan nítido, que me quedé estática de la impresión, hasta que dijiste: -Hola tú-. Te observé con detenimiento; tu cabello estaba más largo de lo acostumbrado y traías puesta una inusual franela verde limón. Entonces me acerqué y sostuve tu rostro entre mis manos para comprobar que eras real. -¿No estabas muerto?- dije. -Todo fue una farsa- contestaste. -Pero yo vi tu ataúd y me asomé a través del cristal para comprobar que tenías la cicatriz de la frente-. Comencé a llorar con desespero y te acercaste a mi para darme un abrazo. Tus brazos también eran reales. Entonces te reclamé todo el tiempo oculto, el insominio de todos y el psiquiatra de tu madre. Tu cicatriz se hizo más profunda y reíste. -¡No puede ser que se hayan puesto así por eso!. -¿Alguien lo sabe?-, pregunté. -No, sólo tú-. Entonces tomé el teléfono para descubrirte y desperté de golpe. Ahora lo sé, con esto querías decirme que no me olvide de ti.
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