Anoche hubo una tormenta eléctrica, tan intensa, que captó la atención de todos los que habitábamos el cuarto y nos hizo olvidarnos sobre qué conversábamos. -Debe ser muy lejos, aseguró mi abuela, con la mirada fija en los destellos que se prendían cada ciertos segundos en sus ojos. -¿Y por qué lejos?, pregunté con curiosidad. -Porque no se escuchan los truenos, deben estar cayendo cerca del mar. -No sabía estábamos tan cerca de la costa, murmuré para mis adentros. Y mi abuelo, que se encontraba sentado a mis espaldas, comenzó a relatar una historia sobre su padre:
"Una noche como esta, mi mamá le dijo a mi padre: 'Eduardo, ¡dicen que va a haber un terremoto!'. El viejo no se inmutó en responder, y mi mamá, preocupada, le respondió: '¿es que acaso eres de piedra?'. La vieja era muy nerviosa... Entonces, mi papá nos miró a mi y a mis hermanos, quienes también estabábamos asustados, y nos contó su teoría. 'Cuando vean un rayo', dijo el viejo, 'comiencen a contar: uno, dos, tres, cuatro... hasta que escuchen el trueno. Eso les hará saber a cuantos kilómetros ha caído'. Por supuesto, no tiene certeza científica este cálculo, pero a nosotros nos ayudaba a aproximar la distancia y más nunca nos dio miedo ver una tormenta..." -y si no te da tiempo de contar-, aseguró entonces mi abuela,- sabrás que te ha caído encima.
Apuntes para doña Lola y don Eduardo
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