William sólo dice "Ana" y se sorprende cuando le digo adiós. ¿Cómo sabes que me voy?, brujita, me dice. -Es que últimamente no me hablas en todo el día, pero siempre te despides, le contesto. Refunfuña algo inentendible y se marcha. Pero no se da cuenta de lo fácil que se hace leernos cuando nos vivimos siempre de la misma manera. Que no hay que ser brujos cuando escogemos los mismos sitios para comer, fumar o hacer el amor. Y de lo poco observadores que nos volvemos cuando nos resignamos al tiempo.
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