martes, 19 de julio de 2011

Incredulidad y Canibalismo

I
De repente me quedo estática y fría, con los ojos más abiertos que nunca. Incrédula ante la realidad que se hace, momentáneamente, más impalpable que de costumbre. Como si la consciencia de estar viva me alienara, y la materia se volviera inerte. Una consciencia sobrehumana del entorno y la agudización de los sentidos, que lo vuelven casi etéreo.
Que me hace pensar de dónde salieron estas cicatrices, este ceño fruncido que parte la frente por la mitad, esta tristeza profunda y este gris sobre el cabello. Cómo fue que el mundo se hizo más solo que antes, y en qué momento tu brazo y los de muchos otros, dejaron de ser capaces de alcanzarme. ¿Cuándo te quedaste callado? ¿o acaso fui yo quien se volvió incapaz de oírte decir, que: no hay que dejarse caer, porque la felicidad no depende de otra cosa más que uno mismo?.
II
Nadie está exento. Algo que nunca me dijeron, pero que aprendí de todas formas, es que todos arrastramos nuestras propias dolencias. Que este estilo de vida nos está matando. Y ya no es suficiente comer bien y hacer ejercicio para sobrevivir, porque el corazón también cobra la infelicidad. Que este cuarto no es más que un piso vacío y la ciudad es una selva en guerra habitada por caníbales.

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