Yo creo en el poder de la indiferencia para quitarle a otros el deber de acabarnos. Quizás se trate de esa sensación genuina de ocupación y desprendimiento, que nos ahuyenta de la ansiedad por suceder. De vivir para ganarse la muerte, como dicen algunos, aunque se nos acuse de tener un corazón solitario. De escribir y vivir entre las letras calmadas porque, como dije muchas veces, la desesperación no resulta atractiva. Yo creo en el poder de la atracción a la inversa. La vida pasa cuando no la buscamos, y es ese relámpago del que habla Cortázar, que nos ejecuta cuando caminamos en línea recta.
Quedarnos callados es una provocación.
Quedarnos callados es una provocación.
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