lunes, 15 de octubre de 2012

Ani McBeal

Una de las sensaciones para las que tengo menos estómago es frente al remordimiento de equivocarme, respecto a asuntos que me importan. No soporto la culpa. En segundo lugar, después de la vergüenza  es el sentimiento que más me ahoga el estado de ánimo. Me pone triste, débil, con la cara larga. Me hace autoflagelarme recordando todos y cada uno de los detalles del preciso momento en que me equivoqué. Cuestión de segundos seguramente. Una palabra imprecisa, una reacción retardada. Un gesto equívoco en mi rostro que no representa lo que siento. Y entonces me imagino a una multitud en las gradas del estadio, que me grita al unísono: "¡Eso no importa, eso se repara!". Y casi logro reírme. Casi. El problema es que los asuntos de la vida no se resuelven igual que los juegos. A veces es inútil insistir y lo mejor es soltar la bola,  dar media vuelta y continuar caminando. Pero para llegar a eso, primero hay que arriesgarse a jugarlo todo.

3 comentarios:

arod dijo...

Don't you worry, don't you worry child... see heavens got a plan for you... Ant

arod dijo...

Don't you worry, don't you worry child... see heavens got a plan for you... Ant

Agnes dijo...

:) you think?