Escuché que me silbabas y comencé a buscarte con la mirada en 360 grados. Debía ser el sonido de mi propia respiración o alguien que llamaba a otra con mi nombre, pensé, así que seguí mi camino y atravesé la avenida. Ya del otro lado y detrás de la vidriera de un establecimiento, pude ver a lo lejos cómo bajabas por donde dos segundos antes yo acababa de pasar. No tenía sentido dar la vuelta, apresurar el paso o propiciar un encuentro, así que esperé con paciencia a que la cajera cobrara mi almuerzo. De regreso, entré en un edificio y subí las escaleras, hasta que llegué al descanso sin cambiar la respiración, cuando apareciste de la nada y me llevaste por delante.
Cuando el destino lo quiere, nos encontramos
Cuando el destino lo quiere, nos encontramos
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