jueves, 23 de agosto de 2012
Hay gente con la que no se puede pelear
Mi abuelo dice que hay gente con la que no se puede pelear, los médicos, por ejemplo. Un día se enferma uno de tus familiares, y tienes que ir con el rabo entre las piernas a rogarle al doctor que te asista en esa situación de vida o muerte. Yo decidí que era cierto lo que decía, hay gente con la que no se puede pelear: No se pelea con los abuelos.
lunes, 20 de agosto de 2012
Para barrer el patio y recoger las flores
Abuelita:
No quiero decirles cuánto me dueles a todos los que me preguntan estos días cómo me encuentro.
Que me invade la culpa cada vez que recuerdo todas las veces que me reclamaste por no haber ido a visitarte más seguido, a sabiendas de que este día podría llegar pronto; o de mi, que evitaba ponerme nerviosa pensando en tu partida, y creía, egoístamente, que estarías cerca de mi, por lo menos hasta que cumplieras los cien años.
El último de esos días, estabas muy chiquita abuela. Traías el cabello blanco azulado, perfecto, como siempre, y una expresión de desilusión en tu rostro, tan grande, que me parte el pecho cada vez que te pienso; diciéndome, cómo a pesar de todo lo que me había tardado en ir a verte, aún así, me habías traído un collar de regalo. Porque a tus 94 años, ambas sabíamos que tus andanzas por este mundo, de esa forma tan vital, que sólo tú pudiste mantener hasta el final de los tiempos, no dejaban de ser un milagro de tu espíritru, que era mucho más fuerte que tu cuerpo.
Recuerdo una tarde muy bonita que brindamos en una mesa llena de familia y tú tomaste tu copa de oporto, miraste al cielo y le hablaste al abuelo con los ojos llorosos. Más tarde, abriste tu monedero, me mostraste un pañuelo con un corazón bordado, que te regaló el abuelo Celso antes de que tuviera que irse por unos años, y me explicaste cómo siempre lo llevaste contigo, porque él nunca te sacó de su corazón.
Uno sabe de estas cosas, abuela. Lo sabíamos. Por eso te abracé tan fuerte la última vez que nos vimos. No quería soltarte. A pesar de que cada mañana, sigues despertándote muy temprano, a pleno sol del verano de Galicia, para barrer el patio y recoger las flores que se marchitan.
No quiero decirles cuánto me dueles a todos los que me preguntan estos días cómo me encuentro.
Que me invade la culpa cada vez que recuerdo todas las veces que me reclamaste por no haber ido a visitarte más seguido, a sabiendas de que este día podría llegar pronto; o de mi, que evitaba ponerme nerviosa pensando en tu partida, y creía, egoístamente, que estarías cerca de mi, por lo menos hasta que cumplieras los cien años.
El último de esos días, estabas muy chiquita abuela. Traías el cabello blanco azulado, perfecto, como siempre, y una expresión de desilusión en tu rostro, tan grande, que me parte el pecho cada vez que te pienso; diciéndome, cómo a pesar de todo lo que me había tardado en ir a verte, aún así, me habías traído un collar de regalo. Porque a tus 94 años, ambas sabíamos que tus andanzas por este mundo, de esa forma tan vital, que sólo tú pudiste mantener hasta el final de los tiempos, no dejaban de ser un milagro de tu espíritru, que era mucho más fuerte que tu cuerpo.
Recuerdo una tarde muy bonita que brindamos en una mesa llena de familia y tú tomaste tu copa de oporto, miraste al cielo y le hablaste al abuelo con los ojos llorosos. Más tarde, abriste tu monedero, me mostraste un pañuelo con un corazón bordado, que te regaló el abuelo Celso antes de que tuviera que irse por unos años, y me explicaste cómo siempre lo llevaste contigo, porque él nunca te sacó de su corazón.
Uno sabe de estas cosas, abuela. Lo sabíamos. Por eso te abracé tan fuerte la última vez que nos vimos. No quería soltarte. A pesar de que cada mañana, sigues despertándote muy temprano, a pleno sol del verano de Galicia, para barrer el patio y recoger las flores que se marchitan.
Para mi bisabuela Dolores
(3 de mayo 1918 - 16 de agosto 2012)
(3 de mayo 1918 - 16 de agosto 2012)
domingo, 5 de agosto de 2012
Apuntes de los días
5
México DF
México DF
- Ha de ser cierto que tengo ojos convincentes. Nadie me detuvo para llegar hasta aquí
- "Largas avenidas, apetito para ciegos". Se respira historia en este lugar
- Pude enamorarme de tres zócalos: El de madrugada con su neblina; el de tarde con sus movimientos de gente, sus protestas, sus militares y el de las noches, casi siempre lluvioso, con algunos destellos de luz y cierto aire de peligro
- A donde quiera que miro hay parejas dándose besos y artistas
- Siento que he caminado por esta ciudad durante toda mi vida
- Lancé dos monedas a una fuente del Templo Mayor para pedir deseos
- No hay estrellas ni nubes en este cielo
- No hay estrellas ni nubes en este cielo
- Me disgusta que me cobren por ir al baño
- Escuché rock de los setentas mientras surfeaba en la línea rosada del metro
- Andar donde nadie te conoce. "When you are a stranger, when you are alone" es una canción que resuena en mis oidos
- Dos días distintos me encontré al mismo perro en Pino Suárez
- Me gritan "pásele guerita" cuando buscan venderme algo. Y aquí, todos tienen algo qué ofrecer
- Con diez pesos, un cieguito me enseñó un truco de magia en Coyoacán
- El cumplido más bonito que he recibido, fue una pregunta: ¿Eres de verdad?
- Hablar sobre ti en la carretera de regreso de Teotihuacán me puso melancólica
- Mi mamá prestada me hizo un desayuno especial para celebrar mi cumpleaños
- Con dos palabras, cerramos capítulos que tenían diez años abiertos; y ahora me arrepiento de muchas cosas que no vivimos
- Me cansé de caminar sola aunque fuera para ver cosas hermosas- Una vez me dijiste que uno está o no está
- Hay sueños que se hacen realidad, aunque sea a medias
- Aún crees en el vouyerismo para cubrir la verguenza, si es que queda algo de eso. Yo ya no sé ni en qué creo
- Sin duda ya sabrás que significan las Ítacas
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