La sensación de hastío
se adueña de mi cuerpo.
Hace un calor espantoso.
Desperté de la siesta
por las moscas que trinchaban mis brazos,
y la ropa que se adhiere
sin formar parte de mi.
Debería leer algo de Wilde, como sugeriste,
pero las letras me arden en los ojos.
Mi mente está entumecida.
Nada entra, nada se absorbe.
Ni siquiera el agua en mi garganta seca.
Pienso en nuestra conversación sobre la crisis de los treinta.
En los filtros que he perdido al hablar.
El por qué de las cosas.
La pregunta: para qué estamos aquí
y la persistencia de la memoria.
No tengo ganas de limpiar el polvo,
de recoger el caos
ni de recogerme de él.
No estoy segura de mis prosas.
Hoy escribo sobre nada.
Mañana habré de despertar.