miércoles, 17 de junio de 2009

Quizás si las paredes fueran amarillas

Estar rodeado de paredes grises, que te presionan a contener la boca con discresiones, es pasar cada hora pensando sobre cómo la juventud se va más rápido de lo que creías y el cuerpo, que alguna vez fue bello, se corroe con el aire, el polvo y la rutina.
Es también darse cuenta de que los sueños son cada vez más borrosos e imaginar aeropuertos mientras tienes los pies bien plantados, como raíces, con la única esperanza de conocer su rostro.
Estar aquí es consolarse con saber, que alguna vez, los antiguos griegos explicaron que los amados de los dioses mueren jóvenes, porque asi se convierten en leyenda y se marchan sin haber perdido la vitalidad en el rostro y la alegría en el corazón. Como si desde aquel tiempo hubiesen querido calmarte los miedos.

1 comentario:

Blondie dijo...

la muerte de los jovenes es dolorosa, aunque creo es peor la de los viejos que perdieron la esperanza y no vivieron



gracias por pasar a visitarme


un saludito