No tengo rumbo, estoy ansiosa.
Aprisionada y con ganas de inexistir.
Más un sentir, que un pensar,
que hace del cuerpo pequeño
para retenerme.
Hay una razón, siempre la hay.
Pero ya sabes como soy,
la oculto, me oculto,
incluso cuando llegan días como hoy,
que me desmorono.
Y esa es la razón.
Yo, y mis miedos de mi.
Me detengo un momento para calmar la respiración.
Veo las hojas amarillas caídas sobre el suelo.
Mis ojos corridos en el reflejo del vidrio.
Soy un desastre compactado.
Hasta que el aire comienza a llenarme
poco a poco los pulmones.
Vuelo
y empiezo a desvanecerme.
Alienándome, como si esto nunca hubiese sucedido.
Menos el sentir que se aplana.
Y lo etéreo que es todo:
Los árboles, las hojas, el pavimento,
mis brazos cruzados apoyando mi cabeza, el aire
y tú.
No me sueltes.
Por favor, no me sueltes.
Todavía estoy aquí...
tratando de mantenerme despierta.
Lo que está mal conmigo es bueno, para lo que está mal contigo. Quizás debiéramos permanecer juntos.