Wilde decía que quien no entiende una mirada no merece una explicación. Sin embargo, sentirse aludido en primera instancia frente a la palabra y el gesto, como por instinto, suele hacerse difuso más adelante, después de la racionalización exhaustiva de los detalles que superan a la corazonada.
Habría que evaluar entonces si definitivamente existe esa complicidad o compartimiento de la percepción. Si esas dos personas que entran en juego, habitan el mismo sitio y conforman el mismo momento en el que cabría entender a los ojos. En caso contrario, no quedaría más que el hundimiento, el comienzo de las ideas asumidas equívocamente, y quizás el revertimiento de las connotaciones y significados, que se refugian detrás de la insinuación.
Es un arte mirar
jueves, 29 de septiembre de 2011
martes, 20 de septiembre de 2011
martes, 6 de septiembre de 2011
Es este país que nos tiene locos
Digamos todo empezó esta mañana cuando sonó el timbre.
-¿Quién llama?. dije
- Buenas, vengo a vender incienso- dijo la voz detrás de la puerta
- Oh, no gracias. No estamos interesados en comprar incienso
- No, no. Vengo a hacerle las preguntas del Censo
-Oh, disculpe. Deme un segundo, ya le abro
Desde la puerta me dediqué a contestar una larga serie de preguntas como: cuántos vivimos en la casa, nuestros nombres, en qué año nacimos, cuántos cuartos y baños hay, de dónde viene el agua, de dónde viene el gas, si tenemos cable, si estamos asegurados, hasta qué nivel estudiamos, si compartimos el mercado o cómo lo hacemos. Hasta que llegó la pregunta: ¿Cuánto son sus ingresos?. (Paranoia...)
- Deme un segundo ya vuelvo- dije, y entré para hacer una llamada
- ¿Es un deber contestar a todas las preguntas del censo?, susurré
-No- dijo la voz en el teléfono
-Ok, gracias
Colgué y volví.
-Disculpe señorita, prefiero no responder
Y así, de brazos cruzados, me limité a contestar las preguntas que me parecían justas y me negué a contestar las que parecían sospechosas. Una vez terminada la encuesta, pegué la calcomanía de "censado" en la puerta y entré.
Yo no suelo ser una persona paranoica en lo absoluto, más bien tiendo a ser muy desprendida de esos miedos. Pero el tema de la inseguridad no se trata exclusivamente del terror que sentimos los venezolanos, más que todo desde hace unos años para acá, de que nos secuestren, de que nos asalten, de que nos maten por quitarnos un teléfono o sencillamente como consecuencia de una ira descontrolada. Es una inseguridad que va más allá; hasta el punto de hacernos desconfiar en soltar informaciones que luego puedan comprometernos. Es una inseguridad que se manifiesta con cualquier persona que se nos acerque a preguntarnos algo, y eso incluye a los funcionarios públicos. Corrijo, eso se siente especialmente con los funcionarios públicos.
Recostada de la puerta, me dije a mí misma: "Es este país que nos tiene locos" y suspiré.
-¿Quién llama?. dije
- Buenas, vengo a vender incienso- dijo la voz detrás de la puerta
- Oh, no gracias. No estamos interesados en comprar incienso
- No, no. Vengo a hacerle las preguntas del Censo
-Oh, disculpe. Deme un segundo, ya le abro
Desde la puerta me dediqué a contestar una larga serie de preguntas como: cuántos vivimos en la casa, nuestros nombres, en qué año nacimos, cuántos cuartos y baños hay, de dónde viene el agua, de dónde viene el gas, si tenemos cable, si estamos asegurados, hasta qué nivel estudiamos, si compartimos el mercado o cómo lo hacemos. Hasta que llegó la pregunta: ¿Cuánto son sus ingresos?. (Paranoia...)
- Deme un segundo ya vuelvo- dije, y entré para hacer una llamada
- ¿Es un deber contestar a todas las preguntas del censo?, susurré
-No- dijo la voz en el teléfono
-Ok, gracias
Colgué y volví.
-Disculpe señorita, prefiero no responder
Y así, de brazos cruzados, me limité a contestar las preguntas que me parecían justas y me negué a contestar las que parecían sospechosas. Una vez terminada la encuesta, pegué la calcomanía de "censado" en la puerta y entré.
Yo no suelo ser una persona paranoica en lo absoluto, más bien tiendo a ser muy desprendida de esos miedos. Pero el tema de la inseguridad no se trata exclusivamente del terror que sentimos los venezolanos, más que todo desde hace unos años para acá, de que nos secuestren, de que nos asalten, de que nos maten por quitarnos un teléfono o sencillamente como consecuencia de una ira descontrolada. Es una inseguridad que va más allá; hasta el punto de hacernos desconfiar en soltar informaciones que luego puedan comprometernos. Es una inseguridad que se manifiesta con cualquier persona que se nos acerque a preguntarnos algo, y eso incluye a los funcionarios públicos. Corrijo, eso se siente especialmente con los funcionarios públicos.
Recostada de la puerta, me dije a mí misma: "Es este país que nos tiene locos" y suspiré.
lunes, 5 de septiembre de 2011
Esperanzas
Inolvidable José,
Mi amor fecundo y violento.
En donde estés, por Guayana,
Los Andes o Barlovento.
Apurada como estoy
Te escribo por intermedio
Del compadre Nicolás
Para decirte que quiero
Te vengas pronto a cumplir
El sagrado juramento
Que me hicieras al partir
Dejándome el rancho ardiendo
Quiero decirte también
Que de los reales aquellos
Que me quitaste prestados
Para andar de buhonero
Me mandes cuanto más puedas
Y si puedes todo entero
Porque los tiempos son flojos
El trabajo desparejo
Los vestidos no me quedan
Y hay que cuidar lo de adentro
Hay otro asunto también
Que quiero aclares ligero
Porque ya hablan en el barrio
Y ya no aguanta mi cuerpo
Más fajas apretadoras
Ni más corpiños estrechos.
Quiero ligero me digas
Si tienes apartamento,
Los papeles arreglados
Muebles y corotos buenos
En cuanto puedas me avisas
Que estoy con el agua al cuello
Por aquí quedamos bien,
Hecha abstracción de los muertos,
Asaltos de gente armada,
Amenazas por teléfono,
Despojo de ropas, fugas
Y otras músicas de viento.
Más por encima de todo
Lo que más me da contento
Y esperanzas de que cumplas
Tu sagrado juramento.
Aunque no mandes los reales,
Ni escribas un triste pliego,
Ni sepa por donde aireas
Tus artes de buhonero.
Es el compromiso aquel
Que se oye a los cuatro vientos
De las risueñas casitas
Que irán los campos cubriendo
Por obra de magia verde
Por arte de verde esfuerzo
Y el subsidio familiar
Generoso, suculento,
Remedio de nuestros males,
Que “El Mejor” tiene en proyecto.
B.A.M.
Texto escrito por mi bisabuelo Blas, año desconocido
domingo, 4 de septiembre de 2011
Pequeñas cosas
Me gustan las pequeñas cosas, como sacar los brazos por la venta del auto y pretender que vuelo cada vez que damos una curva. O invertir los horarios y hacer cosas a deshora, como lavar la ropa a media noche o leer a Capote por la mañana. O sólo dar vueltas sin rumbo. O sólo ver las luces de la noche.
Me gustan las cosas pequeñas, como hacer listas de los objetos que me gustaría tener: una Polaroid, para crear imágenes en sepia y rosa viejo; o unos lentes de pasta negros muy grandes, que me escondan la expresión.
Entre otras cosas, me gusta detener al mundo con un café. Ver como mi perro me señala a los pájaros. Oler los fósforos recién prendidos. La lluvia. Buscar definiciones de amor entre las líneas de Cortázar, mientras encuentro la mía propia. Estar. Sólo estar. Me gustan las pequeñas cosas, como desconocer el lugar donde te refugias cuando te vas.
Me gustan las cosas pequeñas, como hacer listas de los objetos que me gustaría tener: una Polaroid, para crear imágenes en sepia y rosa viejo; o unos lentes de pasta negros muy grandes, que me escondan la expresión.
Entre otras cosas, me gusta detener al mundo con un café. Ver como mi perro me señala a los pájaros. Oler los fósforos recién prendidos. La lluvia. Buscar definiciones de amor entre las líneas de Cortázar, mientras encuentro la mía propia. Estar. Sólo estar. Me gustan las pequeñas cosas, como desconocer el lugar donde te refugias cuando te vas.
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